miércoles, 7 de noviembre de 2007

Esfinge Iluminada

Texto: Orlando Riquelme. MJD-Concepción.

La esfinge me mira con temor, esperando que yo arranque de sus rojos ojos amarillos, que me queman al correr, que me congelan al sentarme; veo solo el triángulo de mi salvación, lleno de sal ósea faraona, que logra hacerme entrar a su fondo vacío. Veo luz, veo vida; una planta roji-verde excéntrica por la oscuridad, vuelve a nacer con el amarillo que proviene de un muy grande ojo de esfinge; ojo iluminado, te tengo miedo pero confío en mí agilidad de pensamiento y reflejos ocultos en mi templo. Ese triángulo tiene otra salida, que está oculta debajo del muro de tierra rojiza, son presentimientos de una persona desesperada.

Muros rojizos denme la oportunidad de escapar, ya sea por debajo o al lado de los tigres hambrientos; veo esperanza, veo vida por delante, ayúdenme, ¡Isis!, ¡Osiris!; saquen a los guardianes del templo de los faraones; si no lo hacen invocaré a los sacerdotes y acabaré con su hermoso templo, y junto con ello a ustedes.

Los espíritus de faraones han de escribir las palabras de este diario oculto en el gran muro rojizo; con solo leerlo despertare a los grandes sacerdotes egipcios, pero mi ignorancia solo me lleva al enojo; me comeré esa planta, para exterminar el hambre y aumentar mí inteligencia, seguiré la luz y romperé la punta del triángulo con mi fuerza y agilidad. Necesito una herramienta sólida, que me permita escalar el monte liso; necesito más fuerza, comeré los terrones de pan incrustados en el piso, ello me permitirá sobrevivir durante una década. Los dioses egipcios me han querido matar, con un pan envenenado que me hizo atorar; ellos quieren impedir que yo destruya su iluminado templo. Han enviado una espía, transformada en mi esposa griega, me quiere sacar del templo, la voy asesinar para que me deje continuar mi camino...; un ángel llegó para salvarme de la temible espía, se me acerco y con un solo pinchazo me mató.

Llegue al infierno, el ángel era el diablo, todos los días me adormecen con una nube de color, me colocan en otra pieza, me observan y escuchan a través de minúsculos tubos blancos y un cajón lleno de hoyos, que hacen llegar mi imagen y sonido a su pantalla diabólica, me interrogan; si no les contesto, Zeus se enoja y envía un rayo para electrocutarme, él no es bueno como todos piensan, tengo que informarle a la sociedad , para que no hagan más tributos y celebraciones a tan diabólico Dios, mimetizado entre los más magníficos dioses. Le informé de lo que estaba pasando a mi amigo Ducassó, él ha decidido ayudarme a escapar. Él está luchando con Zeus, ayudado por sus magníficos poderes, mientras yo cruzo por la tabla hacia el mundo terrestre, lleno de esperanza y fe de encontrar a mi familia perdida entre todos los seres vivientes.

Salgo corriendo, mientras algunos ángeles sacan a Ducassó del cerco, cruzo la calle y un ser vivo lleno de lata casi me asesina, salgo desesperado de ella, todas las personas que allí se encontraban me miraban con extrañes y desconfianza, a causa de ello, me tropiezo con un basurero, caigo al piso, y un papel amarillo vuela de mi bolsillo, lo leo y era la dirección de mi hogar.

Llego a un gran cinturón plomo, que me guía hacia el centro de la ciudad magnífica, lleno de animales de lata, capaces de exterminar con la humanidad, tienen un gran buche trasparente, capaz de soportar más de diez personas. Sigo el cinturón, y llego a los pilares del cielo, ahuecados, con ventanas y hogares de gente. Le pregunté a la única persona que no me miraba con extrañes y desconfianza, era más chica que las demás y utilizaba una camisa y una falda café. Ella dijo que mi hogar quedaba al lado derecho de la plaza,-¿dónde queda la plaza?, pregunté -, tres cuadras hacia la izquierda, lleno de árboles y juegos recreativos. Me dirigí hacia el lugar, y encontré una serie de musgos abstractos que se movían para saludarme y unos seres de latas que divertían a las personas, los recuerdos empezaron a inundar mi mente, apoderarse de ella, hasta llegar a tal punto de acordarme de todo lo que había hecho... me habían inculpado de un asesinato, yo no lo hice y me volví loco, me escapé del manicomio donde estaba y me dirigí hacia las pirámides...

Tengo que llegar a mi hogar, para explicarle todo lo sucedido a mi esposa y tener un juicio justo, para determinar mi inocencia. Recordé donde quedaba mi casa, me dirigí hacia ella, toqué la puerta, salió mi esposa abrazándome con alegría: Juan pardo, el autor del asesinato, había reconocido su mal acto ante ella, y se iba a dirigir a declarar su culpabilidad ante el hecho.

Una historia en el escenario de mis sueños


No hay comentarios: