viernes, 25 de mayo de 2007

El Papa en Brasil: Titulares y Realidad


Frei Betto
es fraile dominico brasileño, periodista, escritor.


Según los titulares de los medios de comunicación la visita de Benedicto 16 al Brasil se quedó en condenas al aborto, al divorcio, al fin del celibato sacerdotal, a la Teología de la Liberación y a la actuación de la Iglesia en política y en los movimientos sociales. De hecho la presencia del pontífice entre nosotros movilizó multitudes y le hizo experimentar la calurosa acogida del pueblo brasileño.

Aunque muchos no fueron a la calle por ser católicos sino por estar ante una celebridad objetivo de todos los medios de prensa y adornada con cierta aura divina. Basta con citar lo sucedido en la misa del domingo en Aparecida, en la que se esperaban, al menos, 500 mil fieles y a la que sólo llegaron, como máximo, 150 mil.

Benedicto 16 se considera un cruzado investido de la misión de salvar a la Iglesia de este mundo "secularista, hedonista, relativista", términos que repitió en sus pronunciamientos. Su óptica del mundo actual es pesimista, al contrario del apóstol Pablo, que veía la gracia divina sobreponerse al pecado (Romanos 5,20).

Su visión de la Iglesia es preconciliar, centrada en la práctica individual de las virtudes, rehén de un moralismo capaz de condenar el sexo antes del matrimonio y, sin embargo, capaz de mantenerse indiferente ante lo que los obispos del Continente, reunidos en Medellín en 1968, calificaron de "pecados estructurales", como la explotación económica, el latifundio, el desempleo y el neocolonialismo.

El papa decepcionó a quienes esperaban de él una condena explícita de la Teología de la Liberación. Si lo hubiera hecho estaría contradiciendo a Juan Pablo 2º, que en una carta dirigida a los obispos del Brasil el 9 de abril de 1986 declaró: "Estamos convencidos, nosotros y ustedes, de que la Teología de la Liberación es no sólo oportuna sino útil y necesaria. Ella debe constituir una nueva etapa -en estrecha conexión con las anteriores- de aquella reflexión teológica iniciada con la tradición apostólica y continuada por los grandes padres y doctores, por el magisterio ordinario y extraordinario y, en la época más reciente, por el rico patrimonio de doctrina social de la Iglesia expresada en documentos que van de la Rerum Novarum a la Laborem Exercens".

Hablando a los 170 obispos latinoamericanos y caribeños, en la apertura del encuentro que los reúne en Aparecida hasta el próximo día 31, Benedicto 16 declaró que "crece la distancia entre pobres y ricos" y reafirmó que "la opción por los pobres está implícita en la fe cristológica", o sea que no se puede considerar cristiano quien no se orienta por la prioridad de la defensa de los derechos de los oprimidos y excluidos, con los cuales se identificó Jesús (Mateo 25, 31.44). Y recordó que la Iglesia es "abogada de la justicia y de los pobres".

El carácter laico de la sociedad moderna incomoda al papa. Él quisiera que en las escuelas públicas del Brasil se enseñara el catolicismo. Felizmente el presidente Lula rechazó dicha propuesta y reafirmó la laicidad del Estado brasileño. Más bien, ¿no debiera preguntarse el papa cómo forman a sus alumnos las escuelas católicas? ¿Por qué tantos políticos corruptos y criminales de cuello blanco son exalumnos de colegios católicos?

Al mencionar la esfera política, el papa se mostró constreñido a la teología liberal europea, en especial a la alemana. Es preciso aclarar que, en el país natal de Ratzinger, todos los pastores, católicos y protestantes, son funcionarios del Estado, o sea remunerados con dinero público. De ahí el silencio de las Iglesias ante las suciedades del gobierno alemán.

¿Cómo se va a pretender que la Iglesia sea apolítica? Si calla, aprueba, legitima el poder vigente, como sucedió en los casos de los obispos en España bajo la dictadura de Franco y en Chile bajo la de Pinochet. Y si denuncia, ¿estaría apartándose de su misión? Pero el clamar contra las injusticias, como hizo en Brasil la Conferencia de Obispos, es exigencia de la fe cristiana. Conviene no olvidar que todos nosotros, los cristianos, somos discípulos de un prisionero político. Jesús no murió enfermo en la cama sino preso, torturado y condenado a la pena capital por dos poderes políticos.

Si la Iglesia callara ante las injusticias, dice Jesús que "gritarían las piedras" (Lucas 19,40). No se trata de que la Iglesia endose este o aquel partido, que inciense o excomulgue al capitalismo o al socialismo. El papel de la Iglesia es estar al servicio y en comunión con el pueblo, sobre todo con los más pobres. Si el sistema y el gobierno estuvieran también cercanos al pueblo, mantendrían buenas relaciones con la Iglesia. Pero si estuvieran contra los intereses populares, tendrán que habérselas con la Iglesia como con una piedra en el zapato.

Es sintomático que, al día siguiente de la despedida del papa, el hacendado Vitalmiro Bastos de Moura, alias el Bida, uno de los cerebros del asesinato de la hermana Dorothy Stang, haya sido llevado a juicio en Belem (PA). La religiosa, que dedicó su vida a los sin tierra, fue asesinada de seis tiros en Anapu (PA) el 12 de febrero del 2005. Si tuviera osadía profética, Benedicto 16 hubiera unido la santidad de fray Galvão, primer brasileño canonizado, la semana pasada, al martirio de la hermana Dorothy. Y no dudo de que los hacendados del consorcio latifundista que ordenó asesinarla se consideran todos católicos…El Bida fue condenado a 30 años de prisión el 15 de mayo.



Traducción de J.L.Burguet (16.5.2007)

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