jueves, 3 de mayo de 2007

Los trabajadores y los pobres no pueden esperar



Queridas hermanas y hermanos:

Es una gran alegría estar reunidos en la Catedral de Santiago -en el corazón de la ciudad- en este 1º de mayo, fiesta de San José Obrero, junto a nuestro Pastor, el Cardenal Francisco Javier Errázuriz, y junto a ustedes, trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres dedicados al servicio público desde los sindicatos, desde el parlamento, el gobierno y la oposición, para celebrar y agradecer los 30 años de la Vicaría para la Pastoral de los Trabajadores.

Celebrar implica no sólo mirar con atención el paso de la acción fecunda de Cristo Resucitado por la historia de la Vicaría, de la Iglesia y de nuestro país. Es también una invitación a escrutar los signos de los tiempos en medio de las angustias y esperanzas de nuestras hermanas y hermanos trabajadores que en Chile hoy nos interpelan. Para todos es claro que el desafío de la justicia y el compromiso social sigue tan vigente como el año en que nació nuestra querida Vicaría, aunque sea en un contexto muy diferente.

1. El evangelio del trabajo

Hace pocos días nuestro Cardenal Arzobispo de Santiago, en su mensaje de Pascua de Resurrección, a propósito de la vigencia del mensaje de Jesucristo, nos enfatizaba que “la violencia, la separación, la injusticia, la falsedad, la muerte y el mal no pueden tener la última palabra. No pueden tenerla, y no la tienen. La última palabra no la tiene el odio sino el amor, tampoco la muerte, pero sí la vida; no la tiene la enemistad sino la reconciliación, tampoco la mentira pero sí la verdad, no la tiene la violencia sino la paz”.

Si aplicamos esta certeza a la vida de los trabajadores tendremos que reconocer que, mientras persistan los problemas de acceso y calidad del empleo, será muy difícil vivir en una sociedad solidaria y lograr la anhelada equidad social. De ahí que sean tan pertinentes las palabras del Papa Juan Pablo en su visita a Chile el año 1987: “El trabajo estable y justamente remunerado posee, más que ningún otro subsidio, la posibilidad intrínseca de revertir aquel proceso circular que han llamado “repetición de la pobreza y de la marginalidad”, y añade: “No descansemos hasta no ver hecho posible para todos el acceso a ese auténtico derecho fundamental para la persona humana, el derecho - correlativo al deber- de trabajar”.

En el evangelio del trabajo tenemos el ejemplo más convincente de solidaridad. Dios todopoderoso que, en su grandeza trasciende totalmente a los hombres, no es un Dios del ocio sino un Dios que trabaja por nuestro bien y nos invita a colaborar con Él, en bien de todos, especialmente de los más pobres y abandonados. Por amor, ¡por solidaridad!, se hace hombre, y lleva como uno más una vida de trabajo. Jesucristo es el mejor ejemplo de solidaridad sin fronteras que los trabajadores y la sociedad entera están llamados a seguir e imitar. Dondequiera que un hombre o una mujer desarrolle su actividad, trabaje, ame y sufra, ahí está presente Cristo.

En su reciente Carta Apostólica sobre la Eucaristía, el Papa Benedicto XVI nos recuerda que “el trabajo reviste una importancia primaria para la realización del hombre y el desarrollo de la sociedad, y por eso es preciso que se organice y desarrolle siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común. Al mismo tiempo, es indispensable que el hombre no se deje dominar por el trabajo, que no lo idolatre, pretendiendo encontrar en él el sentido último y definitivo de la vida” (Sacramentum Caritatis, 74).

2. La solidaridad hoy: un imperativo con el mundo del trabajo

Jesucristo sufría con la falta de solidaridad y por eso quería que fuéramos discípulos suyos en ésta actitud. De hecho la solidaridad es una verdadera y propia virtud moral y social, no un “sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas”, como lo decía Juan Pablo II. “Al contrario, [la solidaridad] es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Sollicitudo Rei Socialis, 38). Es, por tanto, verdaderamente solidario quien transforma en actos de justicia su compasión por los otros, tal como lo afirmara San Alberto Hurtado.

Hoy es urgente multiplicar los mecanismos y energías para llegar a ser una sociedad más justa y solidaria. El “alma de Chile” y su gente conocen bien el significado de la solidaridad. Sin embargo, lo decimos con dolor, Chile es el tercer país con la peor distribución del ingreso en América Latina. Esta grave anomalía afecta a toda la sociedad y, obviamente, a los más pobres. Y ya sabemos que “los pobres no pueden esperar”; tampoco los trabajadores de nuestro país.

Hay quienes piensan que hay un antagonismo irreconciliable entre prosperidad y solidaridad, entre políticas de protección social y crecimiento económico. En el designio de Dios, cada uno de sus hijos está llamado a vivir conforme a su dignidad. No mañana: hoy.

Chile ha crecido mucho en las últimas décadas, pero el crecimiento económico por sí solo no es suficiente para solucionar los problemas laborales. Esta realidad, sin embargo, no nos quita la vergüenza de vivir en un país al que aún le falta tanto para que haya una mayor equidad y una distribución más justa de los bienes que el Creador puso en nuestras manos para que llegue dignamente el pan a las mesas de todos sus hijos y sus hijas.

3. La solidaridad hoy exige acortar las brechas

La solidaridad hoy exige acortar las brechas y ponerse manos a la obra en muchos frentes. Uno de ellos se debate en estos días: el acceso, las oportunidades y la calidad en el campo de la educación. Por eso la Iglesia piensa que un debate serio sobre la educación es central para nuestro país.

La baja calidad y falta de equidad en los servicios sociales son un acuciante desafío, particularmente en la educación y también en la salud. Es otra brecha que debemos acortar. En ambos casos se ha logrado una cobertura muy amplia. Sin embargo, la calidad de los servicios aún es insatisfactoria, y son los más pobres quienes más las sufren.

Hay también otras realidades que nos interpelan, como el acceso a una vivienda digna y las deficiencias del transporte público. ¿Quienes sufren principalmente las fallas y los errores ? Lamentablemente, los pobres: los que no debieran esperar.

4. “¿No es este el hijo de José el carpintero?”

Los estudios nos señalan que en Chile hay fuertes formas de discriminación en el mercado laboral. Esto se agrava aún más cuando se trata de mujeres, jóvenes, minorías étnicas e inmigrantes. Una sociedad que se funda sobre el respecto irrestricto de la dignidad de cada persona no excluye, no margina: siempre incluye, siempre ofrece, siempre da oportunidades.

Y más encima el trabajador que viene de La Legua, El Volcán o el campamento El Gomero es mal mirado, es discriminado. Eso es lo que en su tiempo sufrió el mismo Jesús cuando la gente se preguntaba: “¿No es el hijo de José el carpintero?... ¿de dónde le viene todo esto?” O, cuando decían, “¿acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”…. El evangelio de hoy nos interpela porque Jesús no es acogido entre los oyentes de su pueblo. Un trabajador, un campesino, un hijo de carpintero, no podía humanamente enseñar con la sabiduría de los escribas y doctores de la ley. El rechazo a Jesús, al hijo del carpintero, es el rechazo a la sabiduría de Dios, que siendo grande se hizo pequeño, siendo rico se hizo pobre, siendo fuerte se hizo débil, a fin de engrandecernos con su pequeñez, enriquecernos con su pobreza, y fortalecernos con su debilidad.

5. El trabajo decente: una expresión de solidaridad

La solidaridad también se expresa en un trabajo digno, o lo que hoy se llama un “trabajo decente” y en la necesidad de disminuir la alta tasa de informalidad.

El trabajo decente es un concepto con múltiples dimensiones, entre las que se incluye contar con adecuadas condiciones de trabajo, remuneraciones justas, estabilidad contractual, protección social para los trabajadores y un equilibrio entre el empleo y la vida familiar.

Nuestro país constituye para muchos un ejemplo en América Latina y hay razones para pensarlo. Sin embargo, la Organización Internacional del Trabajo denuncia que sólo un 32 % de los trabajadores posee lo que se califica como un “trabajo decente”. ¡Menos de un tercio de los hijos e hijas de Chile tiene un trabajo decente!

Hoy no sólo es necesario avanzar en materia de cobertura de empleo, sino también en calidad del mismo.

6. El derecho a una vida digna en la vejez

La solidaridad debe expresarse también con los adultos mayores. Por esta razón miramos con especial atención la discusión sobre la reforma al sistema de pensiones. Aquí hay una gran oportunidad para corregir algunas de las más profundas desigualdades de nuestro país. Es muy importante que las personas tengan ingresos más seguros durante la vejez, para así vivir dignamente. También lo es la situación de las mujeres y los trabajadores independientes porque son más vulnerables.

Sostener la reforma sobre la base de la solidaridad con nuestros mayores es un imperativo ineludible. Por eso, la protección frente al desempleo, frente a los problemas de salud y frente a la vejez, constituyen desafíos que debemos enfrentar con seriedad y responsabilidad.

7. Negociación colectiva: un instrumento de solidaridad con los trabajadores

El Magisterio de la Iglesia Universal y nuestra Iglesia chilena reconocen la función fundamental desarrollada por los sindicatos de trabajadores, cuya razón de ser consiste en el derecho de los trabajadores a formar asociaciones o uniones para defender los intereses vitales de la sociedad . Ahora bien, el contexto socioeconómico actual, caracterizado por procesos de globalización económico-financiera cada vez más vastos y más rápidos, requiere de la renovación de los sindicatos. En la actualidad los sindicatos están llamados a actuar en formas nuevas.

La solidaridad también debe expresarse en el fortalecimiento de los sindicatos como instrumentos para mejorar la producción y la calidad de vida de los trabajadores. Esta afirmación de la Doctrina Social de la Iglesia no solo debe ser entendida por el mundo de los trabajadores. Es fundamental que los empleadores entiendan al sindicato como un aliado en sus actividades productivas y no a un enemigo, como muchas veces es tratado. En este contexto, nos parece importante que se revise y discuta ampliamente las normativas que rigen el proceso de negociación colectiva, para convertirlas en un instrumento real de dialogo, en un clima de confianza, entre empleadores y trabajadores.

8. Responsabilidad Social empresarial es una expresión de solidaridad

Un signo de esperanza en nuestros tiempos es el surgimiento de empresas con auténtica responsabilidad social. Esta responsabilidad Social de la Empresa es también justicia social y compromiso con la persona y la familia del trabajador. Los empresarios y dirigentes que administran sus empresas con responsabilidad social realizan prácticas empresariales abiertas y transparentes, generan utilidades o beneficios no sólo para los accionistas y asociados, sino también para los trabajadores, la sociedad y el Estado, asegurando el desarrollo sostenible y la mejora de la calidad de vida a todos los que se relacionan directamente con ella. Allí se construye la esperanza de que es posible la solidaridad hoy.

Como Vicario de la Pastoral Social y de los Trabajadores me ha tocado visitar muchas fábricas y empresas. En algunas de ellas he visto modelos de desarrollo que me llenan de orgullo y alegría. He visto a trabajadores contentos y realizados a quienes se les respetan sus horarios de trabajo y la libre asociación, se les remunera justamente por el trabajo realizado, encuentran espacio para el diálogo con sus empleadores, se les capacita para que puedan realizar con buenas herramientas personales el trabajo que se les encomienda. En fin lugares de trabajo donde el “capital humano” es central para el logro de las metas de producción y desarrollo de esas empresas.

9. Conferencia de Aparecida: una oportunidad de renovar nuestro compromiso por los más pobres y los trabajadores

Dentro de pocos días se dará inicio en Brasil, a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. En sus documentos de preparación se afirma con especial fuerza que “la evidencia empírica permite afirmar que en América Latina se mantiene una grave injusticia social, que frena el posible desarrollo humano de millones de habitantes. Y, para escándalo de muchos, todo esto sucede en un Continente de bautizados. Imposible dejar de preguntarse, ¿por qué la verdad de nuestra fe y de nuestra caridad no han tenido la debida incidencia social?”.

Les pido orar para que esta Conferencia sea guiada por el Espíritu del Señor e ilumine, con una fecunda reflexión, el caminar de la Iglesia Latinoamérica, y en especial la Chilena, para que la Iglesia siga estando junto a los predilectos de Dios, como lo hemos aprendido del Señor Jesús, para que así nuestros pueblos en Él tengan Vida.

En esta nueva etapa de la Vicaría de la Pastoral Social y de los Trabajadores, ante cada uno de Uds, trabajadores y trabajadoras, autoridades de gobierno, empresarios y fieles, hoy queremos reafirmar el compromiso de colaborar en la construcción de un orden social más justo y fraterno. Queremos encender una luz de esperanza que guíe y anime los esfuerzos que se realizan para que cada trabajador y trabajadora de nuestra patria pueda realizar la profunda vocación de ser un auténtico hijo e hija de Dios. Para que haya empresas más solidarias, trabajadores solidarios que se organizan, diálogo solidario y corresponsable entre empleadores y obreros. Es decir, ¡solidaridad hoy!

Este es el sueño de los padres de la patria, de O`Higgins, Carrera, Prat y Alberto Hurtado: una nación de hermanos no de enemigos, de libertad no de miseria. Una nación justa, no la vergüenza de la inequidad, un Chile con Alma solidaria, no un país rendido al individualismo.

Que los apóstoles del Señor Jesús -pescadores artesanales, labradores, ex cobradores de impuestos- nosinspiren con su testimonio del Resucitado. Que San José Obrero, varón justo y solidario, nos sostenga en las horas de fatiga. Que San Alberto Hurtado y Santa Teresita de Los Andes iluminen nuestras tareas y que Nuestra Señora del Carmen, Madre de nuestra patria nos acompañe constantemente con su amor. Amén.

Pbro. Rodrigo Tupper Altamirano
Vicario de Pastoral Social y de los Trabajadores
Catedral de Santiago
Fiesta de San José Obrero
1º de mayo de 2007

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