jueves, 3 de mayo de 2007

A favor de una "Espiritualidad de la Imperfección"



Noruega.
De joven el gran maestro Mat-su era fanático de sentarse a meditar durante largas horas. Un día, su discípulo patriarca Huai-jang le preguntó, qué esperaba conseguir mediante esta compulsiva sesión con las piernas cruzadas. "Buddhahood" (estado de Buba) respondió Mat-su. Acto seguido Huai-jang se sentó, tomó un ladrillo y comenzó a pulirlo aplicadamente. Mat-su lo observó y perplejo le preguntó que era lo que hacía, "Oh -dijo Huai-jang-, estoy haciendo un espejo de mi ladrillo". "Puedes pulirlo hasta el día del juicio final" -se burló Mat-su- "nunca harás un espejo de un ladrillo". "Ajá" -sonrió Huai-jang- :" Tal vez estás comenzando a entender que aunque te sientes hasta el día del juicio final, no te convertirás en Buba".

Si tuviéramos que reemplazar "Buddhahood" por un término cristiano, la traducción probablemente sería: estado de perfección. Sabemos muy bien que -durante siglos-, este término se utilizó para describir y definir lo que significa la vida religiosa. Cientos de libros sobre guía espiritual proporcionaron "programas de formación" para religiosos, así cómo para creyentes ordinarios, cursos "De cómo convertirse en perfecto", a menudo, muchos se referían a lo que Jesús dijo en el Sermón de la Montaña: "Sean…ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo". No hay duda: alcanzar la perfección ha puesto en gran parte el tono en la espiritualidad cristiana y estamos muy acostumbrados a este enfoque.

Podrán imaginarse cuán atónito me quedé cuando -algunos meses atrás-, exactamente en la librería de nuestro Monasterio en Farmington Hills, encontré un libro titulado "The Spirituality of Imperfection" (La espiritualidad de la imperfección). Leí la contraportada donde decía -entre otras observaciones-, "Creo que este libro se acerca más al verdadero significado de la espiritualidad que cualquier otro libro que haya visto en los últimos veinte años".

Como soy curioso, lo hojee; fue emocionante cómo el autor proporcionaba una larga tradición de esta espiritualidad de la imperfección; página tras página, me atrajo más y más.

¿Cuál es el punto de esta espiritualidad? Exactamente lo que la historia del inicio nos dice: Nunca haremos un espejo de un ladrillo, aún si lo pulimos hasta el día del juicio final. Esto significa: una espiritualidad de la imperfección acepta el hecho de que somos seres humanos y como tales -por definición-, no somos perfectos y nunca lo seremos.

Una espiritualidad de la imperfección es una espiritualidad de humildad pero no tiene nada en común con el servilismo. No se trata de hacerse pequeño, se trata de respetar al otro a través de tu aprecio. Cuando te detienes en tu afán de ser perfecto, también dejas de esperar que los demás sean perfectos. Abstenerse de esperar la perfección puede abrir tus ojos para descubrir la belleza humana de tu vecino, sus capacidades y sus dones. Abstenerte de esperar la perfección puede permitirte que finalmente disfrutes de los caprichos y las ideas estrafalarias de tus hermanos y hermanas dentro y fuera de la Orden.

La historia del centurión romano nos proporciona un maravilloso ejemplo de esta espiritualidad de la imperfección. Su afirmación principal, la afirmación de la humildad y de la imperfección: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa". Pero esta afirmación no es por servilismo, no es para humillarse. En términos de clases sociales este centurión romano no era un "Don Nadie" y estaba consciente de ello: "Si le digo a un hombre ve, él va y si le digo a otro ven, él viene". Pero utilizar las palabras "No soy digno" él como un representante de una superpotencia expresa su gran estima por el Jesús judío, ciudadano de un país ocupado y oprimido.

Humildad, aceptar la condición humana de la imperfección de nunca poder hacer un espejo de un ladrillo, una espiritualidad de la imperfección, esto es lo que te puede conducir a la auto-evaluación realista, así como a una mayor autoestima, e incluso una mayor estima del otro.

"Regocíjate cada vez que descubras una nueva imperfección" sugiere el guía espiritual jesuita del siglo XVIII Jean-Pierre Caussade, y continúa: " Si observamos que estamos impacientándonos, podemos intentar llevar nuestra impaciencia pacientemente. Si perdemos la tranquilidad, podremos resistir esa pérdida de tranquilidad. Si nos enojamos, no debemos enojarnos con nosotros mismos por habernos enojado. Si estamos descontentos, podremos contentarnos con nuestro descontento." Caussade…insiste que debemos desprendernos de todo, aún de nuestro desprendimiento. Exactamente esa frase fue utilizada de nuevo por nuestro hermano Maestro Eckhart.

Existe un testigo aún más famoso por dicha "espiritualidad de la imperfección": san Pablo. Cito lo siguiente de su segunda carta a los Corintios: "Para que no creyera yo ser más de lo que soy, por haber recibido revelaciones tan maravillosas, se me dio un sufrimiento, una especie de espina clavada en el cuerpo, que como un instrumento de Satanás vino a maltratarme. Tres veces le he pedido al Señor que me quite este sufrimiento; pero el Señor me ha dicho: " Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra mejor en los débiles". Así que me alegro de ser débil, para que en mí se muestre el poder de Cristo. Y me alegro también de las debilidades… porque cuando más débil me siento más fuerte soy".

Hace menos de dos semanas fui invitado a predicar con motivo del jubileo de profesión de algunas hermanas dominicas de Betania. Como lema para esta celebración escogieron las palabras de nuestro Padre Lataste, el fundador de su congregación: "Pon toda tu confianza en Dios." Cuando hablamos de nuestras experiencias durante estos cuarenta o cincuenta años de ser dominicos, nos acordamos que hemos luchado mucho para volvernos perfectos pero no hemos tenido éxito. Más bien tuvimos que confesar, que hemos fallado una vez, otra y otra vez, y reflexionando ahora, nos damos cuenta que nos hicimos conscientes de nuestras debilidades y limitaciones, de nuestra imperfección. Pero a pesar de nuestra imperfección tenemos que confesar también que -poniendo nuestra confianza en Dios-, muchas cosas maravillosas se pueden lograr y que nuestras vidas son algo más que sólo sobrevivir. Coincidimos con la experiencia de san Pablo ya que también fue la nuestra: puesto que la gracia de Dios hacia nosotros es grande, porque su poder se muestra mejor en los débiles, tenemos razón de estar alegres de nuestra debilidad e imperfección, pues cuando somos débiles es cuando somos fuertes.

Justamente ayer, durante una conversación con las hermanas del Monasterio Lunden, me contaban una costumbre entre las mujeres noruegas de tejer los suéteres típicos nórdicos con un diseño especial: ellas a propósito se aseguran que al menos quede un pequeño defecto en sus artesanías, esto es una especie de credo. Lo que intentan expresar es: Dios en sí es perfecto, cada ser humano al igual que sus trabajos siempre serán imperfectos.

Concluyo, deseando a cada uno de ustedes que crezcan en la "espiritualidad de la imperfección", para que podamos confiar aún más en la gracia de Dios, la cual se proporciona en abundancia a nuestros hermanos y hermanas, así como a nosotros.


Manuel Merten op.

Publicado en IDI, en Enero de 2007.

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