viernes, 3 de agosto de 2007

Hablemos de un sacerdote llamado Juan de Castro








Antes de mediodía el padre Juan de Castro sale del edificio del arzobispado de Santiago, en ese momento un grupo de periodistas se dirige a él. Una de las jóvenes le pregunta: "¿Usted está en la oposición política? El padre Juan la mira tranquilamente y esboza una sonrisa: "No -le responde- en la oposición evangélica". Rápidamente la periodista le espeta: "Ah; pero en la oposición de todas maneras". "Sí -respondió esta vez el sacerdote-. Pero no por razones políticas, sino por razones de defensa de la dignidad de las personas, de la libertad, de la conciencia, que son valores eternos".

Estos testimonios los entrega el padre Juan de Castro en 1974, época difícil para Chile especialmente para las miles de personas que en esos momentos eran perseguidos por el régimen militar. La Iglesia Chilena no tardó en darse cuenta de los graves atropellos contra los derechos humanos y liderados por Raúl Silva Henríquez muy pronto fundaría el Comité Pro-Paz con características interreligiosas, y luego al entrar en crisis este por las presiones del régimen, el propio Cardenal fundaría la Vicaría de la Solidaridad. Juan de Castro desde los inicios fue un leal colaborador en la defensa de la dignidad de las personas, a tanto llegó su compromiso que a fines de los 70 y principio de los 80 se hizo cargo de la Vicaría de la Solidaridad.

Los pocos años en que tuve la oportunidad de compartir con el padre Juan, comentaba poco de sus actividades en esos tiempos complejos, más bien se limitaba a rememorar algunos pasajes jocosos y a recordar imitando graciosamente al Cardenal Raúl Silva Henríquez por quien sentía una gran admiración y cariño. El padre Juan tenía un carácter cálido y fraterno, de perfil austero y sencillo, sin ser una persona dada a los lujos. Un hombre preocupado de entregar lo mejor de sí a los demás, siempre dispuesto a escuchar y con grandes inquietudes en el aspecto intelectual.

En lo personal conservo un obsequio que el padre Juan de Castro me hizo una vez que tuvimos una conversación; es una pequeña imagen de Cristo con las características de la iconografía de la Iglesia Oriental. La particularidad de esta imagen es que tiene la forma de las muñecas rusas, así al abrir la imagen de Cristo comienzan a aparecer sucesivamente, uno dentro del otro, cuatro personajes con sus respectivos libros debajo del brazo; son los cuatro evangelistas.

Algunas veces me detengo a mirar este presente que resume la centralidad que tenía Cristo en su vida de sacerdote y con ella me vienen a la mente las innumerables veces en que citando a San Pablo hablaba de la primacía de Cristo en todas las cosas (cf. Col. 1, 15-20) y sobre como todo lo creado permanecía unido en Cristo - "como en un tejido vivo"- decía. Esto me recuerda la importancia que tiene para nuestra vida estar siempre volviendo la mirada a Jesucristo y su mensaje, aceptando que él es el Maestro que tiene la ultima palabra cuando nos abandonamos a su bondad.

El padre Juan de Castro falleció el 16 de junio y sus restos fueron velados en la Iglesia Recoleta Dominica, allí en medio de las personas que lo querían y admiraban se despidió en la presencia de Jesucristo. Con él se va una parte importante de la historia de la Iglesia chilena del siglo XX y queda el testimonio de un cristiano coherente con sus principios. Algo que en estos tiempos no es poca cosa.

José Bustos Barra

1 comentario:

Anónimo dijo...

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